Atajos
Volvíamos de enterrar a Camilo, mi
tío abuelo. Íbamos demasiado rápido entre la niebla y seguí recto
donde había curva. Nuestro coche dio dos vueltas de campana ladera
abajo. —¿Estás bien, Laura?
—pregunté escupiendo sangre. —Mejor que tú —respondió
irónica—. ¿Te imaginas? Casi nos matamos volviendo de un
entierro, ¡vaya! Permanecimos
un rato abrazados antes de salir afuera. En la vida habíamos visto
tanta niebla. Sentimos frío. —Lo importante es que estamos vivos
—me consoló Laura ante el coche destrozado. —Alguien vendrá a
socorrernos
—añadí confiado. Tenía razón: entre la bruma,
apareció nuestro salvador. Era Camilo, siempre dispuesto a ayudar.
©Mikel
Aboitiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario