Te vienes conmigo
Bestia ganó el concurso. Comió
treinta huevos cocidos en dos minutos. Sin ingerir líquido. Paseaba
orgulloso su trofeo por el pueblo: una pequeña gallina cara blanca.
La mostraba agarrada por el cuello, apurando un anís digestivo tras
otro, alzándola en el bar por encima de las cabezas. Gallina arriba,
gallina abajo, agradecía las felicitaciones, carcajeándose
congestionado. Por la noche cayó rendido en la cama; dicen que no
soltó la cara blanca. Que ni con el cólico nocturno la dejó
zafarse.
De mañana, la vecina le
entrevió —inmóvil— por la ventana. Cuentan que lloró al
descubrir la gallina sobre su pecho.
©Mikel
Aboitiz
¡Buen micro, Mikel!
ResponderEliminarUna pieza con un fuelle argumental tan pegado a la tierra como dotado de verosimilitud, trazada en el tono ajustado a la sensibilidad a la que apunta y sin falsos giros ni florituras. Una historia que se sugiere y cuyo paisaje el lector completa a su antojo, según su propia experiencia disfrutando con el ejercicio.
Un saludo,