Los chicos del soplete
Corríamos
empujando la carretilla. Era de noche y la policía podía aparecer.
A Chusma se le hinchaba la vena de la frente y yo echaba el bofe:
sepan ustedes que un cajero automático pesa más de lo que se
piensa. Por fin llegamos a la furgoneta. Arrancamos y salimos a toda
pastilla rumbo al garaje.
¡Chispas!
Destripar un cajero con un soplete tiene su riesgo. Es como oler a
gas, sorprender a tu suegra con la cabeza en el horno y ofrecerle un
pitillo para que se lo encienda. El resto ya lo imaginan: pongamos
que fundimos toda la pasta.
©Mikel
Aboitiz
Un muy buen micro con un soberbio final, Mikel.
ResponderEliminarUn abrazo,
Gracias, Pedro. por este y otros comentarios.
EliminarUn saludo
Me encanta el tono humorístico que has usado.El segundo párrafo es simplemente redondo. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, Jes. Me temo que el tema suegra desata pasiones en el inconsciente del lector. ;-)
EliminarUn saludo