Zahorí
entogado
Peláez,
nieto y vástago de zahoríes, rompió con la tradición famliar al
hacerse abogado. Al principio se mostraba muy tímido con nosotros,
sus colegas. Luego tomó confianza y comenzó a dejarnos tiesos como
carámbanos, petrificados de admiración, ante su gran olfato para
moverse entre vericuetos legales. Parecía guiado por una brújula
infalible que, a velocidad de vértigo, le mostraba el camino
jurídico a seguir. Un día descubrimos la clave de su éxito, cuando
por descuido, dejó asomar bajo su toga una minúscula vara de
avellano en forma de «y». Nadie comentó nada, hasta que
pleiteó contra la inmobiliaria en el caso de las
corrientes subterráneas. Ganó a base de constancia, perseverancia,
ahínco y tesón, mucho tesón. A partir de entonces, le llamamos
Peláez el
vara y
ahora, en las fiestas del bufete, saca sin arrobo su horquilla de
avellano para guiarnos hasta el güisqui escondido del jefe.
©Mikel Aboitiz
¡Muy bueno!
ResponderEliminarGracias por el relato. Un saludo muy cordial.
Tan divertido, ocurrente e ingenioso como la varita de zahorí escondida bajo la toga. Grande. Un saludo.
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