Benedetto
y el consuelo
—Tomá,
que el no tomar tampoco soluciona
los problemas —insiste Benedetto desde detrás de la hiedra canosa
de sus barbas mientras llena los vasos.
—Le
han caído quince años —se lamenta el recién estrenado
criminalista—.¡Quince!
El espejo
del bar, envejecido y moteado como la piel de Benedetto, refleja a
ambos abogados. En la neblina del azogue, el joven apura su copa en
persecución del olvido.
—Venga,
boludo, ¡arriba esa profesionalidad! —el barbudo
pasa un brazo por los hombros del joven—, ¡que no te venza
el embargo!
—Tanto
esfuerzo para nada,... Lloraría como un bebé...
—Mirá
—corta el laboralista— yo estoy todos los días, ERE que ERE,
dándole a los despidos, al cuete, sin lucro, casi de balde, como vos
decís.
—Tienes
razón, Gardel, bebamos.
—¡Por
los sinsabores del oficio! —y un brillo áureo asoma en la amarga
sonrisa de Benedetto al brindar.
©Mikel Aboitiz
Yo también quiero brindar por tus relatos. Me gusta cómo enlazas palabras. Salud
ResponderEliminarGracias por animarme de nuevo con un comentario, especialmente ahora que veo que es posible que este blog pierda continuidad por falta de tiempo. Gracias de nuevo.
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