El
decano de los carteristas del barrio aparta del escritorio un
cachivache. También un candado de plata, tres billeteras sabiamente
distraídas y dos relojes de oro macizo. Luego grazna: «Señor
abogado, si no piensa untar a nadie para librar a mi hijo del trullo,
puede ir dándose el ancho». Se recuesta en silencio y queda
esperando mi respuesta como un dragón ansioso, observando
las volutas de humo de su empalagoso cigarro. Yo, que comprendo las
reglas del juego y sé sacrificar mis honorarios, declino aceptar el
caso. Él, termina acompañándome muy serio hasta la puerta.
Salgo
de su cueva de Ali Babá con piernas de lana pero sano y salvo,
incólume. Hasta me persigno alabando mi cautela. Pero al llamar a un
taxi y buscar la cartera, resuelvo que tengo una deuda pendiente con
el viejo: he aprendido que si entras en la guarida del lobo, toda
prudencia es insuficiente.
©Mikel Aboitiz
Qué gozada. Muy bien escrito.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias de nuevo, M.Á. Las palabras obligadas para este texto que no podía superar las 150 palabras eran: cachivache, empalagoso, candado, decano, deuda.
EliminarUn saludo