- Proceso
interior -
La
pared desconchada con el calendario atrasado aferrado a una escarpia
como un buque anclado hundido en el pasado. Incluso las cortinas
amarillentas de tabaco cubriendo esa ventana, condenada a albergar un
breve paisaje de ladrillo, evocan al abogado el largo estado de
abandono de su padre antes del asilo. El olor a cerrado de la casa
paterna busca cobijo en su recuerdo: Siempre una visita breve, un
fenómeno puntual y molesto como una verruga crecida en la memoria:
«Ya ves, papá. Mucho trabajo en el bufete; ¿y tú? Cuéntame» y
el anciano, estirando un silencio, volvía la vista a la ventana,
dejando desmoronarse la ceniza del cigarro sobre el parqué. Él, el
hijo –fiscal de sí mismo en el piso deshabitado–, escudriña el
suelo enfrentándose al reproche mudo del padre perdido, nivela el
calendario y se marcha, echando en falta un abogado que le defienda
de sus fantasmas.
©Mikel
Aboitiz
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