Cartera de clientes
Recibió en
herencia un bufete con una cartera de clientes de cuento de hadas que ¡quién la
tuviera! Sin embargo, se comportaba retraído, tímido en exceso. Aquella falta
de seguridad sorprendía en alguien habituado a litigar. ¿Cómo podía ese hombre
sumiso que apenas levantaba la vista al servirle mi lacayo más té, regir un
despacho de abogados con clientes tan mundialmente famosos? Quién diría que su
bufete defendiera a la realeza frente a ese insidioso enano saltarín, cuyo
nombre cayó en el olvido. O que lograra tan gran éxito de publicidad
representando sin pérdida de tiempo y gratuitamente a un carpintero harapiento
frente a las acusaciones de la Oficina de Protección del Menor. Comenzó a darme
fatiga el ponerme en sus manos. Sobre mi cabeza pesaban las acusaciones de mi
hijastra por intento de asesinato y, el muy papanatas, ni siquiera tenía el
valor de aceptarme una manzana del jardín.
©Mikel Aboitiz
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