7 oct 2019

Otra historia de abogados

Un encargo imposible

Aún lo veo con su tez lívida aguantando un calor de justicia en la sala del juicio. Le apodaban Buster Keaton. Jamás sonreía. Hablaba como sin respirar, con endemoniada seriedad, los ojos saltones clavados en sus papeles, haciendo sostenible lo insostenible por favorecer al mandante. Sus intervenciones creaban un clima especial, adornado con buenas maneras, marca de la casa. Si algo se torcía, su rostro de esfinge no mostraba ni un residuo de contrariedad. Lo seguí a la salida del juzgado, entre callejuelas, preocupado por resolver el encargo. La lluvia resbalaba por el ala de su canotier mientras avanzaba decidido, los puños apretados, la cabeza gacha. De pronto, dobló y lo perdí entre manifestantes contra el cambio climático. Iban calados hasta los huesos. Me refugié en un cine antiguo. Sentado en la penumbra palpé el frío cañón de la pistola y comprendí cuán difícil resulta apagar una estrella.



                                     ©Mikel Aboitiz

2 comentarios:

  1. Pues si la lluvia provocó que no se matara a la estrella, bendita lluvia.

    Un abrazo

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    1. No sólo sirve para acabar con la sequía.
      Gracias por pasarte por aquí

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