¡Siempre
adelante!
De
pequeño tuve problemas de crecimiento, como veis, sentado, los pies no me
llegan al suelo; la miopía me achinó los ojos y mi piel adoptó este tono rosado.
Al entrar de becario en un despacho de abogados nada inclusivo, me apodaron Lechón.
«Lechón, tráete unos cafés. Lechón, tal o cual». Pasé aquellos días abrazado a
lo más cálido del lugar, la fotocopiadora. Acabados los estudios, eché unos
kilos y fundé mi propio bufete, el más productivo de la ciudad, un motor de
empleo. La competencia, rebosante de inquina, comenzó a promover una campaña
difamatoria. Me apodaron El cerdo. Que si de mi bufete solo salían chorizos de
guante blanco, que si esto o lo otro. El pasado 11 de noviembre inauguramos con
éxito nuestra filial americana. Os animo a ver la web y os agradezco la
invitación a esta charla con vosotros, los jóvenes. Gracias y ¡nunca os rindáis!
©Mikel Aboitiz
jaja, esos motes o apodos pueden ser la fortuna del futuro, o no.
ResponderEliminarPorque los chorizos de guante blancos, que abundan, que le caiga la ley encima. Un abrazo
Gracias por pasarte y comentar.
EliminarUn abrazo