10 feb 2020

Otra historia de abogados


¡Siempre adelante!


De pequeño tuve problemas de crecimiento, como veis, sentado, los pies no me llegan al suelo; la miopía me achinó los ojos y mi piel adoptó este tono rosado. Al entrar de becario en un despacho de abogados nada inclusivo, me apodaron Lechón. «Lechón, tráete unos cafés. Lechón, tal o cual». Pasé aquellos días abrazado a lo más cálido del lugar, la fotocopiadora. Acabados los estudios, eché unos kilos y fundé mi propio bufete, el más productivo de la ciudad, un motor de empleo. La competencia, rebosante de inquina, comenzó a promover una campaña difamatoria. Me apodaron El cerdo. Que si de mi bufete solo salían chorizos de guante blanco, que si esto o lo otro. El pasado 11 de noviembre inauguramos con éxito nuestra filial americana. Os animo a ver la web y os agradezco la invitación a esta charla con vosotros, los jóvenes. Gracias y ¡nunca os rindáis! 



©Mikel Aboitiz

2 comentarios:

  1. jaja, esos motes o apodos pueden ser la fortuna del futuro, o no.

    Porque los chorizos de guante blancos, que abundan, que le caiga la ley encima. Un abrazo

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