8 mar 2020

En menos de 200 palabras

Discontinuidades

La belleza del error, la línea recta que se quiebra en una curva. La nota que desconcierta en el pentagrama, como la nariz de Juan, ese mascarón de proa que se me acercó un día enarbolando un soneto de Quevedo en pleno rostro. Me abordó en la parada del bus para preguntar por una calle. Hube de recular. Tomar distancia, evaluar esa cara de belleza intermitente partida por la mitad, calibrar el encaje de sus partes, ubicar en mi mapa mental el lugar deseado para decirle que no, que no sabía dónde quedaba, pero que cerca había un café donde tomar algo. Jamás dimos con la dirección en cuestión, aunque esa misma tarde exploramos territorios personales guiados por dos brújulas apuntando idéntico rumbo. El problema de las brújulas es que, pasado un tiempo, se desnortan. Hoy la suya se orienta opuesta a la mía y yo aprieto la mano de mi hija (nuestra hija), mientras observo la alegría de su semblante al pasar por casualidad por esa misma calle que años atrás desvió mi camino, como la curva que quiebra la línea recta, como la belleza del error.


©Mikel Aboitiz
 

2 comentarios:

  1. Me ha encantado. La hija, como fruto del error de un mascarón de proa enfilando hacia un futuro, que, en efecto, llegó.

    Un abrazo

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