- Isobaras -
De corazón
y científicamente: así amaba al hombre del tiempo. Sus ojos azules,
aquellos anuncios de anticiclones. Su viril presencia ante el mapa de
isobaras. Tenía un plan. Era periodista. Fue fácil concertar con él
una entrevista. Llegada la fecha, cambió las sábanas, escenificó
un desorden perfecto en el apartamento, se subió la cremallera del
vestido guiñando un ojo al espejo y abandonó la casa confiada en
sus armas de mujer. La entrevista fue bien. La velada, mejor. El
hombre del tiempo aceptó encantado el desorden de su piso y, a media
noche, superando todo pronóstico, un maravilloso huracán (categoría
cinco) devastó su dormitorio.
©Mikel Aboitiz
Y es que los hombres del tiempo no dan una, aunque se ve que tienen otras virtudes.
ResponderEliminarUn saludo muy cordial.
...Otras virtudes: por ejemplo, desenvolverse bien en las conversaciones de ascensor, hablando de algo banal, como por ejemplo...¡del tiempo!
ResponderEliminarUn saludo y gracias por comentar y dar aliento