Orgullo
comercial
Una clienta entregó
su número. Apenas lo miró, el carnicero levantó una ceja y
escuchó:
– Tres cuartos
de cadera.
El fornido vendedor
tomó una Nancy del estante y de un hachazo le sesgó la
cadera; pesó y cobró. Otro cliente pidió unas manitas de Famosa
y el dependiente aplicó el hacha a los pies de un muñeco
regordete. No olía a sangre como en la sucia juguetería de la acera
de enfrente. El bigotudo carnicero miró orgulloso hacia ella por
encima de los clientes, alzó una ceja altivo y fue a buscar unas morcillas al frigorífico de la Barbie.
©Mikel
Aboitiz
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